Cada día se hace más común el tema de la importancia de la diversidad y la inclusión en nuestra sociedad. Desde la educación más temprana hasta el ámbito laboral, el acoger las individualidades de cada uno -vengan de donde vengan- hace que podamos avanzar como sociedad a un lugar en donde todos tengamos un espacio y una voz.
Pero también es cierto que a medida que van saliendo estos temas a la palestra, también hay quienes no alcanzan a dimensionar la importancia que tiene el crear una cultura de diversidad e inclusión, ya sea por prejuicio o por miedo. Pero esa resistencia no viene solo de quienes forman parte de “la mayoría”, sino que también afecta a quienes se sienten minoría y se transforma en confusión y baja confianza en sí mismos, lo que finalmente afecta a nivel personal y profesional a quienes no se sienten parte de un sistema.
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¿Por qué existe ese resquemor? El intimidarse ante la posibilidad de ser parte de un sistema diverso viene principalmente desde la inseguridad hacia lo desconocido: cuando crecemos en ambientes “uniformados”, podemos pensar en que esa es la realidad, cuando lo que realmente sucede es que el mundo está lleno de personas diferentes a uno y es importante aprender a aprovechar que lo que nos hace diferentes es también lo que nos hace especiales.
Incentivar la educación en la diversidad no solo es un tema para los colegios, sino que también para los ambientes de trabajo. ¿De qué trata una cultura laboral inclusiva? Es adoptar un enfoque que valore las realidades individuales de cada uno y cuya base está en la educación en la diversidad, el aprender a sacar provecho de los beneficios que trae consigo un ambiente inclusivo. Todos tenemos algo especial que ofrecer al mundo y avanzamos a ser mejores personas cuando somos capaces de recoger todas las visiones y entender la diversidad como parte de una realidad innegable.
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Las diferencias no son solo de color o idioma, sino que también son físicas, de religión, cultura, sexo, orientación sexual o ideologías. Algunas son inherentes a nosotros -nacimos con ellas- y otras las vamos adoptando acorde a la realidad que nos tocó vivir. En vista de esto, ¿por qué puede dar miedo el enfrentarse a alguien diferente a uno? Todos tenemos una historia que merece ser escuchada, y aunque a veces sea complejo, es importante abrir la mente para entender y aceptar con respeto las diferencias que podamos tener.
Dejemos atrás los prejuicios y aprendamos de los niños, quienes vienen al mundo con una mirada amplia y transparente. Ellos no ven diferencias cuando van al parque, juegan con todos los niños sin importar de dónde vienen: lo importante es pasarlo bien y aprender del que tenemos al lado. ¿Y si fuéramos como niños? El mundo de seguro sería un lugar donde todos podríamos vivir mejor.